jueves, 9 de junio de 2016

Memorias IV



No sufro de grandes traumas respecto a mi niñez, muchos de mis compañeros de vida si que los tienen, y lamentan la educación que recibieron, lamentan el no vivir con su padres, lamentan el maltrato que recibieron y muchas cosas más. Me esfuerzo en recordar algo traumatizante de mi niñez y no encuentro nada, desde mi precaria conciencia todo era útil, incluso esa pantalla de vidrio que siempre ocupó un lugar central en el hogar, la televisión, y a grandes rasgos es lo único que lamento de mi niñez, el verme obligado a mirar ese aparato tan triste que me ofreció un reflejo de felicidad. Si, crecí viendo a Israel Jaitovich, crecí excitado por la liga de fútbol mexicano, crecí mirando la pseudopornografia nocturna en las telenovelas, Chabelo, el chavo del 8, Lopez Dóriga, Adalberto Ramones, y miles de toneladas de publicidad.
Pese a mi carestía de traumas infantiles, pienso que el cáncer más podrido me lo inyecto roxana castellanos y Mauricio Castillo, los senos de Consuelo Duval y los pies chuecos de Andrea Legarreta. A todo ello acredito el hueco que repentinamente siento, induciéndome al pesimismo y la ira. Es una pesadilla constante, y valientemente se quedará para toda la vida, el tatuaje más despreciable que jamás pedí.

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